viernes, 17 de febrero de 2017

003 Los 100 Monos, Otra versión

EL FENÓMENO DE LOS 100 MONOS, OTRA FALSEDAD DISFRAZADA DE CIENCIA.

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Dentro del vasto mundo del «misterio», de las sectas New Age, de los gurús  de «iluminación» o de superación personal, así como en el mundo del marketing y la publicidad, es muy común que  éstos promuevan una leyenda  conocida como «el fenómeno de los 100 monos», presentándola además como prueba «científica» de una conjetura conocida como «conciencia colectiva».
En el caso del New Age los promotores de la «conciencia colectiva» aseguran que si  se logra, ésta sirve para reducir la violencia y el crimen, pero que para lograrla es necesario que un grupo de «elegidos» se encuentren en un estado de meditación trascendental. En el caso del marketing, le dicen que: «siempre  hay un cliente “Número 100″ que va a ayudar a despegar tu emprendimiento desde “tu tablero de diseño” hasta “el deseo y la canasta del consumidor”».
El concepto de la «conciencia colectiva» básicamente establece que el pensamiento se puede transmitir telepáticamente de unas personas a otras, sobre todo en personas que se encuentran en un estado meditativo; por lo tanto, si un número suficiente de personas medita al mismo tiempo, se alcanza una especie de masa crítica, lo cual puede inducir un cambio en la conducta del resto de las personas a escala mundial, aunque estas no se encuentren meditando.
Dentro del circulo New Age, se han publicado varios libros al respecto, por lo que la leyenda se encuentra muy difundida, los más populares sin duda son Lifetide [la marea de la vida] (1979) del biólogo, botánico, zoólogo, antropólogo y etólogo  Lyall Watson, y El centésimo mono (1982), de Ken Keyes Jr., ambos libros han sido editados varias veces y vendido millones de ejemplares. Así mismo el biólogoRupert Sheldrake en su libro Nueva ciencia de la vida, (1981) afirma que los hábitos de conducta  se transmiten mediante «resonancias mórficas» que entran en sintonía con ciertos «campos morfogenéticos», en otros términos, que la leyenda de los 100 monos es «científicamente» cierta.
A pesar de la popularidad de los anteriores, el pionero en difundir el  concepto de los 100 monos fue el antropólogo Lawrence Blair, quien lo dio a conocer en su libro “Rhythms of Vision: The Changing Patterns of Belief” (Ritmos de la Visión: Cambios en los patrones de creencias) en 1975.
Si usted hace una búsqueda en internet sobre el fenómeno de los 100 monos, se encontrará miles de páginas  con distintas adaptaciones de esta leyenda, pero de manera general esto es lo que se dice:
 El fenómeno del centésimo mono.
En la década de 1950, unos científicos japoneses le dieron batatas a unos monos de Koshima dejándoselas en la playa, a los monos les gustaba el sabor de las batatas, pero no  el de la arena, por lo que cuando se las comían hacían muecas y escupían la arena de sus bocas. Cierto día, uno de los monos aprendió a lavar las batatas y le enseño a los demás. Cuando aprendieron unos 100 monos –la llamada masa crítica ̶  a lavar su alimento, de manera repentina todos los monos sin excepción sabían lavar batatas; y para mayor asombro de los científicos, incluso colonias enteras de monos que se encontraban en otras islas a cientos de kilómetros de Koshima, comenzaron a lavar sus batatas sin que nadie se los enseñara.
Fue entonces cuando los científicos llegaron a la conclusión de que cuando un cierto número de seres alcanzan un cierto nivel de entendimiento sobre un nuevo concepto, este concepto se comunica mentalmente entre los individuos de la misma especie. En este caso el fenómeno fue bautizado como “del Centésimo Mono” y establece que cuando un cierto número de personas gana un cierto estado de conocimiento y lo esconden de los demás, ese conocimiento o concepto permanecerá escondido y no se expandirá a los demás. Por el contrario, si la comunicación es mentalmente abierta y provee la expansión a todas las personas de un concepto útil, se crea un espacio de conciencia al cual tienen acceso más y más individuos y del cual cada uno puede obtener su propia lección, en concordancia.
Ahora, lo primero que hay que preguntarse es, si éste fenómeno llego realmente a ocurrir, y la respuesta es simple: NO, jamás ocurrió.
Este concepto del centésimo mono,  el Dr. Michael Shermer ya lo desmintió en su libro: “Por qué creemos en cosas raras: Pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro tiempo.”, por lo que a continuación un extracto de algunos argumentos de Shermer.
En 1952 unos primatólogos dieron a unos macacos unas batatas para evitar que asaltaran las granjas vecinas. Un mono aprendió a lavar las batatas en el mar y otros monos aprendieron a imitarle.
Ahora, en el libro Lifetide de Lyall Watson, él admite que «hay que hilvanar el resto de la historia a partir de diversas anécdotas personales y de retazos de folclore de los primatólogos, porque la mayoría todavía no están seguros de que ocurrió. Así que me veo obligado a improvisar los detalles» y a continuación especula: «un número indeterminado de los monos de Koshima lavaban batatas en el mar», lo cual no alcanza el nivel de precisión que cabe esperar. Luego declara: «Digamos, por mor de nuestra argumentación, que eran noventa y nueve y que a las once en punto de un martes, un nuevo converso se sumó al grupo igual que habían hecho los demás. Pero, al parecer, con la adición de este centésimo mono se cruzo cierto umbral y ello permitió alcanzar una especie de masa crítica». En este punto, afirma Lyall Watson, da la impresión de que la habilidad recién adquirida «salto las barreras naturales y surgió de forma espontanea en otras islas».
Detengámonos aquí. Los científicos no «improvisan» los detalles ni hacen conjeturas a partir de «anécdotas» y «retazos de folclore». En realidad hubo un número de científicos que estudiaron lo que ocurrió exactamente (por ejemplo, Baldwin et al., 1980; Imanishi, 1983; y Kawai, 1962). La investigación comenzó con un grupo de veinte monos en 1952, y todos los monos de la isla fueron objeto de una observación muy detallada. En 1962, el grupo aumentó a cincuenta y nueve, de los cuales treinta y seis lavaban las batatas. La adquisición «repentina» del hábito tardó en realidad diez años, y, en 1962, los «cien monos» no pasaban de treinta y seis. Además podemos especular sin fin sobre lo que sabían los monos, pero lo cierto es que no todos los monos del grupo adquirieron el hábito de lavar las batatas. Los treinta y seis monos no fueron una masa crítica ni siquiera dentro de la isla.
Y si bien hay informes de que en otras islas se produjeron conductas similares, las observaciones se realizaron entre 1957 y 1963. El fenómeno no ocurrió de forma súbita y no estaba necesariamente conectado con Koshima. Es posible que los monos de otras islas descubrieran una habilidad tan simple solos, o quizá les enseñaran los habitantes de esas otras islas. En cualquier caso no sólo no hay pruebas que respalden el fenómeno del centésimo mono, sino que además el fenómeno no se produjo. (Shermer, M. óp. cit., págs. 58, 59, 60)
El fenómeno del centésimo mono, como toda afirmación extraordinaria, tiene afirmaciones sinónimas por lo que a este concepto también se le puede encontrar como “efecto maharishi”, “Proyecto conciencia global”, “efecto cuántico evolutivo”, “teoría de la resonancia metamórfica”, “teoría de Jung del inconsciente colectivo”, etc.
A pesar de que los promotores del fenómeno del centésimo mono tienen una formación científica, éste concepto NO tiene ninguna validez científica. Así mismo, resulta peculiar el caso del Dr. Rupert Sheldrake quien  a través de los años ha realizado decenas de experimentos públicos online tratando de demostrar su hipótesis de la telepatía, los resultados siempre han sido negativos,  sin embargo el sigue insistiendo en la validez de  su hipótesis, esto le ha generado  un ostracismo por parte de la comunidad científica y con justificada razón, pues hay que recordar  que negar la evidencia no es ciencia, y que por el contrario es pseudociencia.
CURIOSIDAD
A éste fenómeno del centésimo mono, muchas personas lo relacionan de manera errónea con una anécdota del filosofo Edgar Morin, el cual en un ensayo de comunicación, él mencionaba un tercer principio de intercomunicación entre especies semejantes, dando para ello un ejemplo curioso:  la comunicación entre arboles, donde a un árbol se le quitan todas las hojas, reaccionando de manera previsible al segregar una sustancia que lo protege contra parásitos al no tener hojas, la curiosidad que él mencionaba es que otros árboles de la misma especie que se encontraban cerca del árbol,  sin que les hayan quitado las hojas, también segregaban esta sustancia. Pero era únicamente eso, un ejemplo curioso, no un dato científico.
Por cierto que éste misterio de los arboles “parlantes”, ya ha sido mencionado en diversas publicaciones, esta es la cita de la revista Quo:
“Se avisan entre ellos de un peligro inminente, pero no sabemos cómo. El químico y zoólogo estadounidense Davey Rhoades quien infectó a un grupo de sauces con orugas tóxicas. El efecto de esta oruga es que el árbol se proteja de una posible plaga para lo que cambia la composición química de sus hojas elevando el nivel de ácido clorogénico, de modo que a las orugas les resulte tóxico y mueran.
Lo raro llegó después, cuando Rhoades comprobó que un grupo de sauces cercanos, que no había sido infectado por las indeseables orugas, también elevó su nivel de ácido clorogénico en las hojas, en respuesta a un posible e inminente ataque. Pese a que aún no se sabe si la comunicación fue activa (disparada por el ataque de las orugas) o pasiva (percibida de algún modo por los sauces no infectados), los expertos aseguran que hubo algún tipo de comunicación entre los sauces del bosque. Un lenguaje silencioso para el oído humano.”
Aquí en este caso, tiene más sentido una hipótesis de interacción química entre  hormonas vegetales, que la hipótesis de transmisión telepática de la consciencia que establece el fenómeno del centésimo mono, lo cierto es que éste fenomeno biologico de los arboles “parlantes” continua siendo un misterio genuino de la ciencia, como para llegar a la conclusión apresurada de que se trata de un fenomeno de “telepatia”, tal como lo han hecho ya muchas personas.
Referencias:
[1] Shermer, Michael, 2009. Por qué creemos en cosas raras. Pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro tiempo. Ed. Alba editorial. Barcelona, España.

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